De la que lió Don Suero 670 años después

La gesta del noble volvió a congregar a numeroso público en puente sobre el Órbigo. Muy cazurro en su amor por Leonor de Tovar, Don Suero de Quiñones jamás imaginó que más de medio milenio después el puente del Passo Honroso iba a continuar siendo referente para las hazañas de caballería.

A. Domingo | Hospital de Órbigo 09/06/2014

Corría el año 1434 cuando el noble leonés Don Suero de Quiñones prometió romper lanzas con todo aquel caballero que intentara cruzar el Órbigo en pleno Camino de Santiago a la altura de Hospital de Órbigo. Su gesta, cosa amores con doña Leonor de Tovar, pasó a la historia de la caballería, se convirtió en orgullo de la localidad ribereña y en fiesta que reúne a un gran gentío todos los años.La heroicidad, de la que se cumplirán este verano 670 años, ha llegado a la era de la realidad virtual y, sin embargo, levanta pasiones tan reales como el monumental puente de Hospital y despierta la adhesión de todo un municipio, al que no le importa cambiar su indumentaria por la de aquellos villanos que disfrutaban con la violencia de los torneos para aclamar a un Don Suero que durante dos días despierta pasiones como si de una estrella del deporte se tratara.

Sin duda alguna, el mismo Cid o el universal Don Quijote deberían sentir celos de la fama que despierta en los del Órbigo el Campeón del Passo Honroso.

Por motivos evidentes Hospital de Órbigo resume en dos días lo que se desarrolló del 10 de julio al 9 de agosto del citado año, con una estructura de torneo que el espectador identifica fácilmente gracias al cine. En una primera parte, los caballeros contendientes muestran sus habilidades sobre el caballo lanceando a un muñeco y a una diana y capturando anillas con el arma tras atravesar una puerta de fuego.

Después llega el enfrentamiento entre los cuatro caballeros y Don Suero, del que, lógicamente, el leonés, señor de Villanueva de Jamuz, sale campeón. La narración que el público puede contemplar hoy muestra los elementos clásico. Don Suero, caballero azul, es el protagonista y el castellano Don Lope de Estúñiga es su aliado. Entran en la lid el catalán del Reino de Valencia Asbert de Claramaunt, el cordobés Arnaldo de la Floresta Bermeja y el caballero negro, el malísimo Bernard, que, encima, es francés.

Tras las pruebas de habilidad, a golpe tendido, en bonitos corceles, le sucede el torneo, Los caballeros parten lanzas y, tras el derribo de uno de ellos de su montura, luchan con mandoble y hacha y van muriendo de en el campo del honor —el de Claramaunt, asesinado por el cruel Bernard pese a que, en buena lid, el de Estúñiga le perdonase la vida— hasta que el De Quiñones y el francés —que ha estado buscando bronca continuamente con el público—, miden sus fuerzas en singular batalla. Los de Hospital se entregan y los forasteros siguen con interés una narración de novela de caballerías con final feliz.

Por lo demás, la jornada de ayer —con un fresquito bastante mejor que un calor que aplanaría al público— discurrió con el mercado medieval, la cetrería, el tiro con arco y otros ingeniosos juegos de tiempo remoto —o imaginados para adaptarlos a la época—. Fiesta para compartir con los de fuera y la hostelería local que sale beneficiada.